marzo 15, 2013

¿Legado o legajo?


Óscar Lucien

Antropólogos y sociólogos tienen convincentes argumentos para explicar la presencia del humor en los actos velatorios; también, seguramente, consideraciones que expliquen la impresionante mutabilidad de un chiste. Apenas habían transcurrido setenta y dos horas del fallecimiento de Hugo Chávez ya corría una versión atribuida a Nicolás Maduro, en su discurso de ilegítima juramentación en la Asamblea Nacional como Presidente y Comandante de la FAN: “Presidente Chávez, usted ofrendó su vida y se inmoló para dejar a Venezuela al borde del abismo, juro con esta Constitución y con Diosdado a mi lado que, con mano dura, daremos un paso adelante”.
Para muchos, la verdad contenida en esta pieza mutante de humor universal, asociada siempre con sátrapas que toman el poder por asalto, tiene expresión objetiva en la realidad actual al considerar el complejo, delicado y delirante momento que vive Venezuela con la muerte de Chávez y el dispositivo de perversa manipulación electoral con la que el gobierno instrumentaliza su fallecimiento.
Decía Pier Paolo Pasolini que “una vida, con todas sus acciones sólo es descifrable plena y verdaderamente después de la muerte: en este momento, sus tiempos se estrechan y lo insignificante desaparece”. La muerte es el episodio definitivo que clausura todas las potencialidades, el momento final del debe y el haber de cada ser humano. Sin embargo es muy difícil contemplar un saldo, siquiera provisional, cuando todavía el difunto permanece en capilla ardiente y una mitad del país expresa su dolor mientras la otra se mantiene expectante respetuosa del duelo oficial, y el país entero víctima de la despreciable operación que ha convertido el luto en una fase determinante de la contienda electoral convocada.
¿Legado o legajo? ¿Contribuirá la muerte de Hugo Chávez para reconciliar a los venezolanos y acercar a esas dos mitades contrarias que contemplan su cuerpo en un ataúd? ¿Con la desaparición física de Hugo Chávez se entierra el anacrónico militarismo que tiene en jaque la República, y que en medio del duelo ha tenido una de sus más grotescas manifestaciones, con la declaración del Ministro de la Defensa de “vamos a darle en la madre a los fascistas”, dirigida a los venezolanos demócratas? ¿Cómo valorar la arenga, de otro Ministro, el de Comunicación, en la misma cola de los cansados compatriotas que hacían su fila para ver al fallecido, con la consigna “Chávez te lo juro, mi voto es por Maduro”? ¿Cómo interpretar la presencia en el velatorio de los más altos representantes de los Poderes Públicos portando el brazalete, insignia de los violentos golpistas del 4F? Así como ocurrió con Juan Vicente Gómez respecto del siglo XX, ¿con la muerte de Chávez entrará Venezuela, finalmente, en el siglo XXI?
He aquí el planteamiento de fondo: legado o legajo. Promotor del proceso constituyente que llevó a la Constitución de 1999, imprescindible punto de encuentro de todos los venezolanos, dinamitado por su verbo excluyente y talante autoritario, la muerte de Hugo Chávez transmuta el legado en un pesado legajo de violaciones a la Constitución.
Uno muy pesado, el culto a su personalidad. Él y sus más cercanos seguidores, de espaldas a una vital enseñanza histórica del siglo XX, el oprobioso periodo de José Stalin. En 1956, a apenas tres años de fallecido “Koba el terrible”, Nikita Kruschev denuncia los crímenes de Stalin, da testimonio de los horrores del régimen y advierte de lo nefasto del culto a la personalidad para la causa del Socialismo. La hiperbólica decisión de embalsamar el cadáver de Chávez, su predecible guarda en el Panteón Nacional hecho a su medida y la eventual “musealización” (sic) del Museo Militar, del despacho presidencial y todo lo materialmente “musealizable” (sic) nos empujan por un tobogán del tiempo que desemboca en la Plaza Roja de Moscú, donde hoy, paradojas de la vida, se hacen trabajos para mudar del cuerpo embalsamado de Vladimir Lenin.
El otro legajo, pesado fardo, la beligerancia política de los militares, tercos violadores del art 328 de nuestra Constitución que los obliga a estar al servicio del Estado y en ningún caso a persona o parcialidad política alguna.
El turbulento presente obliga a la ciudadanía de verdadero talante y vocación democrática a asumir la Constitución como el legado que nos permita a los venezolanos retomar el sendero de la libertad y la democracia y desde el respeto a los derechos, deberes y garantías consagradas en la Carta Magna comprometernos en el logro de “la mayor suma de felicidad” para todos los venezolanos y, muy en particular la de los compatriotas más pobres, atrapados en las redes de una retórica y memoria de un personaje que los condena a ser pobres para mantener viva la impostura de su liberación.
@olucien

El Nacional, 15 de marzo de 2013


marzo 01, 2013

Aferrados a Cristo 


ÓSCAR LUCIEN



. En pocos días se cumplirán tres meses de la desaparición pública del presidente Hugo Chávez.

Mucho se ha especulado sobre su enfermedad; desde que se conoció su grave estado de salud como su pronta curación, se han anunciado medias verdades, completadas luego con medias mentiras y el sentimiento colectivo es que los venezolanos estamos sometidos a un perverso plan de manipulación para que el poder se concentre en la mariclaque más cercana al presidente Chávez y a los dictadores cubanos Fidel y Raúl Castro quienes parecieran, finalmente, tener el control absoluto de cuanto acontece en nuestro país. Recordemos que Chávez en visita médica en La Habana realizó un dramático regreso a Venezuela el 8 de diciembre pasado para confirmar la reincidencia de su "dolencia", refirió la crítica intervención quirúrgica a la que sería sometido, y en prevención de una "situación sobrevenida" que lo imposibilitara de seguir al mando de la Presidencia para concluir el periodo o como presidente electo, expresó sus votos por una sucesión presidencial estrictamente apegada a la Constitución: el vicepresidente terminaría el mandato y de convocarse una nueva elección pidió a los suyos votar por su candidato, Nicolás Maduro. El hecho es que la previsible (a su criterio) situación sobrevenida ocurrió, por complicaciones derivadas de la cubana operación, y sin embargo los poderes públicos venezolanos optaron, en contradicción con el jefe máximo, por la vía ilegítima de la usurpación. Por qué el poder constituido venezolano, tan obsecuente y sometido a los dictámenes y caprichos de Chávez, ha decidido patear la Constitución es una interrogante que me produce sumo desconcierto y sobre la cual no encuentro una mínima posibilidad de respuesta.

2. Nicolás Maduro ha usurpado el poder. Y su permanencia al frente del Gobierno, no habiendo sido elegido por el voto popular para ejercer el cargo, se encubre en la neolengua del chavismo bajo el artificio de la llamada "continuidad administrativa". ¿Por qué, si la Constitución ofrecía una vía institucional para mantener el statu quo, heterodoxa ciertamente sin la juramentación de rigor, mediante la declaración de la ausencia temporal, se tomó el riesgoso sendero de la usurpación? Los venezolanos tenemos casi tres meses sin ver ni oír al Presidente. Se habló, en su oportunidad, de su secuestro en La Habana por los hermanos Castro, quienes controlaban todo acceso al mandatario nacional, y luego de su dada de alta se anuncia que está convaleciente en el Hospital Militar de Caracas. Muchos venezolanos no lo creen. Hay quienes se manejan en la certeza de que el Presidente ha fallecido. Pero, del mismo modo, hay quienes aseguran que pronto aparecerá bailando, cantando y echando chistes, milagrosamente sanado. La neolengua con la que se elaboran "los partes" oficiales sobre su enfermedad poco alumbran en la comprensión de la afectación, del tratamiento al que está sometido y el estado real del paciente. La única certidumbre que podemos tener hoy es que el gobierno usurpador funda su política en la incertidumbre. Que maneja a su antojo las informaciones sobre la salud del Presidente y los sentimientos de los venezolanos, tanto de sus partidarios como de sus oponentes. La enfermedad presidencial está en el corazón de la manipulación política, mientras que parece que buscan ganar tiempo.

¿Hasta cuándo? ¿Para qué? 3. Los "partes oficiales" constituyen un cuerpo invalorable para la comprensión de la estrategia manipulativa de la neolengua del autocratismo chavista. Fuera del tema de la mentira, de la opacidad y el secretismo con que ha manejado las dolencias del jefe del Estado, el palabrerío inventado tipifica un modelo político que tiene una valiosísima referencia en la obra de Orwell, 1984. En otro registro, muchos lo asocian al célebre Mario Moreno, Cantinflas.

Si bien cuesta creer (o expresa un nivel de cruel inhumanidad) que una persona en tan delicado estado de salud siga en funciones atendiendo complejas competencias y tareas de un jefe de gobierno, los "partes" oficiales desde su desaparición en La Habana tienen construcciones verdaderamente de antología. Mientras el presidente Santos fue operado de un cáncer de próstata, Cristina Kirchner de un supuesto cáncer de tiroides y Lula en la garganta, en el caso de Chávez nunca se menciona la dolencia, sino se habla de la "enfermedad de base". En el más reciente informe no se refirió terapia alguna sino que "el paciente está aferrado a Cristo". Y a Cristo parecen aferrarse también los venezolanos para que cese la incertidumbre y entre en vigor la Constitución. 


El Nacional, 1 de marzo de 2013