abril 27, 2012

Morir en la red

Óscar Lucien


1. La primera noticia de su muerte me la da una vecina a muy temprana hora. Llego de caminar en el parque y coincidimos en el pasillo del edificio. ¿Qué noticias tiene usted?, me pregunta en voz baja, en esa extraña intimidad del ascensor. Confinados en el espacio de un metro cuadrado su sigilo me sorprende. "No, no sé nada, vengo de hacer ejercicio", le respondo cauteloso. Su mirada y el gesto que la acompaña me indican que piensa que le oculto algo. "El hombre murió anoche", me lanza directo. Automatismos desarrollados en estos últimos años permiten rápidamente entender que cuando nos hablan del "hombre", del "tipo", de "Esteban de Jesús", se están refiriendo al comediante presidente Chávez.

Insisto en que nada sé al respecto, salvo haber oído que el presidente Chávez nos visitará a mediados de semana, por pocos días, e inmediatamente regresará a seguirnos gobernando desde La Habana. "Bueno, regresará con los pies hacia adelante porque falleció anoche", me responde tajante.

Como siempre, esta amable vecina, como muchos venezolanos, se entera de episodios cruciales por intermedio de una amiga que tiene una prima que trabaja en una peluquería donde se hace sus cuidados la esposa de un general.

No es chanza; por regla general, la línea de transmisión de lo que ya podemos calificar de "rumor" tiene asiento en la butaca de una peluquería y unos tintes, en los lazos consanguíneos con alguna prima y en una fuente militar. Esta minicrónica doméstica concluye con la cordial despedida y con el compromiso de confirmar el rumor al que, lamentablemente para ella, no doy crédito.

2. Me conecto a Internet y allí, ahora sí, me sorprendo, se suceden los tweets con la "información" que la amiga de una prima que trabaja en la peluquería donde va la esposa de un general le sopló a mi vecina: "El presidente Chávez habría muerto en La Habana". Una ética y una disciplina estricta me protege para no retwitear ningún comentario que no provenga de alguna fuente creíble y calificada y, por el contrario, me pongo alerta para tratar de entender la naturaleza de determinado rumor. Calificamos de "rumor" un comentario que, en general, de manera oral pero ahora exponencialmente potenciado por las redes sociales, va pasando de persona a persona.

Quien transmite un rumor supone que transmite un hecho cierto, aunque no dispone de ningún medio probatorio. Un rumor, hay que aclarar, no es necesariamente producto de una mentira o invención de una mente fantasiosa. De hecho, y particularmente en el caso venezolano, el rumor surge de la sistemática negativa del propio presidente Chávez y su gobierno a consignar un informe médico periódico y calificado que dé cuenta del estado real de su afección. En un comienzo se negó que el presidente Chávez padecía de cáncer. Luego, él mismo, vocero único sobre su estado de salud, reconoció estar enfermo. Meses después anunció que ya se había curado. Y apenas hace unas semanas, nuevamente, en una teledramática cadena, reconoció el resurgimiento de la enfermedad.

Resulta evidente que sin información oportuna y creíble se abone el terreno a la especulación y, en ese sentido, el rumor se convierta en un cuestionamiento a la ausencia de información y a la censura impuesta por Chávez sobre un asunto del ámbito privado pero, igualmente, de altísimo interés público. Tan grave es el tema relativo a la enfermedad presidencial que está calificado, constitucionalmente, de "falta absoluta".

3. Escaldados como estamos, luego de haber estado expuestos a la obscena manipulación de la enfermedad presidencial, la dimensión política del rumor no puede dejarse de lado: el rumor puede ser utilizado, intencionalmente, para convertirse en noticia, como sospecho ha ocurrido en esta oportunidad.

El Gobierno ha montado un apabullante dispositivo propagandístico, por algunos calificado como la "Misión Lástima", que ha repercutido en buenos dividendos para la campaña del enfermo, el candidato reeleccionista del oficialismo. En consecuencia, la supuesta muerte del Presidente en la redes sociales opacó lo que en mi opinión era la noticia fundamental y trascendente de esta semana: no sólo por las graves acusaciones del magistrado rojo Aponte Aponte, sino por la repercusión en muchos de los casos objeto de manejos políticos. Cuatro días haciéndose eco de rumores sobre la muerte de Chávez me parece un gravísimo error político en la perspectiva de una contundente victoria de Henrique Capriles. La denuncia de Aponte pudo haber sido el "Efecto Atocha" (Madrid 2004) contra Chávez, en el marco del actual proceso electoral. Hay que estar muy cautelosos para no morir en la red del G2.

EL NACIONAL - VIERNES 27 DE ABRIL DE 2012

abril 22, 2012

INFORME SIP


SIP: El Ejecutivo usa la ley para asediar a Globovisión y perseguir a periodistas


El informe presentado detalló las irregularidades cometidas en contra del canal de los Zuloaga
El informe de la vicepresidencia regional para la libertad de prensa e información de la Sociedad Interamericana de Prensa detalló que en Venezuela se producen anualmente 150 agresiones en contra de trabajadores de los medios. Según el escrito, desde 1999 a la fecha se han registrado 1.200 denuncias.

Los delegados de la SIP iniciaron el viernes la tradicional reunión de medio año, en la ciudad de Cádiz, España, encuentro que culmina mañana La organización precisó que la libertad de prensa en el país se encuentra seriamente amenazada. La aseveración se fundamenta en el uso que hace el Ejecutivo de la Ley Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios electrónicos como instrumento "para asediar al canal de noticias Globovisión y para perseguir judicialmente a periodistas, obligándolos al exilio", reza el texto.

En el documento se afirma que a la fecha la Comisión Nacional de Telecomunicaciones está en mora con los directivos de al menos 250 estaciones radiales AM y FM, a los que no ha renovado las concesiones para poder operar dentro de la frecuencia asignada, situación que se traduce en un limbo jurídico.

La investigación también refiere que sobre el diario El Nacional sigue la prohibición, impuesta en agosto de 2010, de publicar fotografías relacionadas con hechos violentos.

La SIP agrega que los más vulnerables a los ataques son los reporteros, los fotógrafos y los camarógrafos que cubren los hechos en la calle.

Los directivos de la SIP mostraron preocupación por la impunidad que rodea las averiguaciones de los ataques a los trabajadores de la prensa y la inacción por parte de los órganos encargados de impartir justicia. "La impunidad es tal que el crimen ha tanteado muy de cerca en nuestro quehacer cotidiano. No se está seguro en lugar alguno. Los asesinatos, secuestros, sicariato, robos, hurtos y violaciones hurgan en cualquier rincón".

Advertencia. En el informe se subraya que se siguen produciendo denuncias por acoso a periodistas, agresiones verbales, físicas y desprestigio a las labores que desempeñan los comunicadores sociales.

"El acoso ha existido y es casi seguro que seguirá. Cierre de empresas periodísticas, persecuciones y hasta la muerte son parte de la gama de cercos disuasivos con que se pudiera incidir de algún modo en el trabajo informativo".

El documento recoge las palabras de la presidenta del Colegio Nacional de Periodistas, Silvia Alegrett, quien explicó que algunos medios de comunicación han modificado su línea editorial con el objetivo de no recibir multas.

"Cada vez existe mayor autocensura, inhibiciones dentro de los medios, que los ha llevado a cambiar su línea editorial para evitar ser sancionados directa o indirectamente. Hay dispositivos de temor e intimidación", expresó.

Casos recientes. Ayer los delegados recibieron los informes de las naciones que integran la agrupación. Para hoy está pautado que conversen sobre las constituciones latinoamericanas y cómo influyen en el ejercicio de la libertad de prensa. Igualmente, revisarán los ataques y defensa del sistema interamericano.

El informe detalló, caso por caso, las diferentes irregularidades ocurridas en Venezuela durante los últimos seis meses. Citó el asesinato de la estudiante Karen Berendique, a manos de efectivos del Cicpc, y la restricción, por parte de la Fiscalía de divulgar información sobre la contaminación el agua sin la presentación de un estudio científico que la sustente. 


INGRID BRAVO BALABÚ 
ibravo@el-nacional.com

El Nacional, domingo 22 de abril de 2012

abril 13, 2012

INFORME Instituto Prensa y Sociedad presentó su reporte
En Venezuela el Estado abusa de su poder para limitar a los medios                                                           De los 200 ataques ocurridos entre mayo de 2010 y diciembre de 2011, 76 fueron causados por el uso abusivo de los poderes públicos

DIANA LOZANO PERAFÁN 
dlozano@el-nacional.com


El Estado venezolano abusa de su poder para atacar el derecho a la libertad de expresión, señala el informe que divulgó el Instituto Prensa y Sociedad Venezuela. 
En el reporte de Ipys se advierte que entre mayo de 2010 y diciembre de 2011 ocurrieron 200 ataques a la libertad de expresión, de los cuales 76 fueron causados por el uso abusivo del poder estatal. 



"Hay una escalada de acciones soterradas en el área legal que amenazan la libertad de expresión", advirtió Marianela Balbi, directora ejecutiva de Ipys Venezuela.

Mediante sentencias, providencias administrativas y leyes los poderes del Estado limitan la labor de los medios de comunicación social, indica el informe.

El 48% de las agresiones contra periodistas se cometieron mediante procesos judiciales por delitos de opinión como difamación, vilipendio o injuria.

El Poder Judicial se ubica a la cabeza de los poderes que emiten decisiones para censurar los contenidos que difunden los medios de comunicación, seguido del Ejecutivo y el Legislativo.

"En lugar de ser garante de la libertad de expresión, lo que hace el Poder Judicial es afectar la labor de los medios", aseveró Luisa Torrealba, coordinadita del área de libertad de expresión de Ipys.

Torrealba advirtió que al contrario a lo que ocurre en Venezuela, la tendencia mundial es a eliminar de las leyes los delitos de opinión.

Ipys asegura que en Venezuela las acciones legales ­que pueden ser dictadas por la vía judicial o la administrativa­ son cada vez más usadas para agredir a los medios, aunque en el informe se admite que en ocasiones las medidas anunciadas contra la prensa no pasan de ser amenazas.

Torrealba advirtió que otras formas de abuso estatal son el uso de las cadenas de radio y televisión, que en su criterio muchas veces son usadas para impedir la transmisión en vivo de otras informaciones.

Concesiones. Especial atención puso Ipys en la situación de los medios de radio y televisión, debido a la necesidad de contar con concesiones otorgadas por el Estado para hacer uso del espacio radioeléctrico.

"El retiro de concesiones a medios radioeléctricos está condicionado a elementos arbitrarios", señala el informe.

Ipys asegura que en 57% de los casos hay un condicionamiento arbitrario para que medios comerciales obtengan las mencionadas concesiones, en 29% de las veces hay una dependencia política por parte de Conatel (que es el ente regulador y que está adscrito a la Vicepresidencia Ejecutiva de la República), mientras que en 14% de los casos hay una evidente desigualdad ante la ley por razones de afinidad política al gestionar las licencias.

Tendencia a empeorar. La directora ejecutiva de Ipys advirtió que no es buena la perspectiva que se vislumbra en cuanto al respeto al derecho a la libertad de expresión e información este año, cuando se celebrarán las presidenciales, debido a que en los períodos electorales aumentan los ataques a los trabajadores de los medios de comunicación.
Advirtió que mientras que en 2011 Ipys emitió 96 alertas de violaciones de la libertad de expresión en todo el territorio nacional, en el primer trimestre de 2012 ha emitido 50 alertas, lo que representa 52% del total del año pasado. 


El Nacional, 13 de abril de 2012

abril 07, 2012

La Cuba que Camila no quiso ver


El timbre del móvil sonó nervioso y yo di un salto en la silla. Llevaba más de una semana con el servicio telefónico prácticamente interrumpido y de pronto aquel pequeño artilugio de teclas y pantalla daba una señal de vida. “Camila Vallejo llegará mañana a La Habana”, me dijo una voz al otro lado de la línea y colgó.
Después de los días vividos durante la visita de Benedicto XVI a Cuba, confieso que la noticia del nuevo arribo no me provocó muchas expectativas. Aun tratábamos de completar los reportes de detenidos durante las jornadas papales y la sala de mi casa era un hervidero de amigos contando historias de calabozos y arrestos domiciliarios. La vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) llegaba en un mal momento, alcancé a pensar. Pero después caí en cuenta que recién comenzaban los festejos por el 50 aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas y todo empezó a ganar sentido. Las dos islas en las que habito se mezclaron en mi cabeza: la Cuba de las celebraciones oficiales con sonrisas y consignas y, la otra, la de disidentes metidos a la fuerza en un auto e impedidos de llegar a una misa católica.
Seguirle la pista a Camila Vallejo una vez llegada a nuestra capital iba a ser difícil, casi imposible, lo sabía de antemano. Por un lado estaba el círculo de protección -y control- que la rodeaba a ella y por otro las “largas sombras vigilantes” que me siguen a mí a todas partes.
Para hacerlo más difícil, los eventos incluidos en su agenda ocurrirían en el interior de instituciones educativas o políticas, donde el público es cribado entre los más confiables. Así que Camila y yo transitábamos por dos dimensiones que pocas veces se tocan, por dos mundos separados e incomunicados, entre los cuales todos los puentes han sido dinamitados. Pero quedaba al menos un terreno donde algún tipo de diálogo sería posible. Tomé mi teléfono móvil, el mismo que había vuelto a la vida sólo unos días antes. Escribí un pequeño mensaje de texto y lo mandé al número de servicio de la red social Twitter, camino accidentado y a ciegas que usamos numerosos cubanos para narrar la isla en trozos de 140 caracteres. “Como me gustaría hablar con @Camila_Vallejo pero el cerco oficial alrededor de ella es inexpugnable”, rezaba mi breve trino hacia el ciberespacio.
Para ese entonces ya dos hombres de camisas a cuadros me habían impedido acercarme al Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde se presentaba su libro Podemos cambiar el mundo. Al aproximarme uno de ellos me interpeló: “Piérdete, que aquí no vas a poder entrar”.
Confirmé entonces que no habría peluca rubia ni bigote tupido que me sirviera para camuflarme y colarme en el local. Me resigné.
Unas horas antes de que mi tweet apareciera en la gran telaraña mundial, Camila Vallejo compartía con un grupo de jóvenes de la Universidad de Ciencias Informáticas. Rostros sonrientes, aplausos y admiración recibieron en oleadas tanto ella como Karol Cariola, la secretaria general de las juventudes comunistas chilenas.
En el auditorio decenas de jóvenes prestaban una muda atención a sus historias sobre la situación de la educación en Chile, las demandas escolares y los detalles de las protestas en las calles. Una Federación Universitaria que no ha podido organizar una sola marcha espontánea en 53 años, oía las anécdotas de asfalto y huelga que les llegaban desde el sur.
Entre quienes escuchaban estaban -sin dudas- las mayores promesas informáticas de nuestro país, pero también los policías tecnológicos que rastrean la web. Allí estaba la crema y nata de la llamada “Operación Verdad” que se encarga de denigrar en internet a quienes tienen opiniones contrarias al sistema y atacan sitios críticos al gobierno de la Isla.
Camila y Karol platicaban frente a nuestros soldados virtuales, ante nuestros antimotines del pensamiento. Esos que no usan balas de gomas, sino insultos, no lanzan chorros de agua sino estigmatización e injurias sobre el desamparado inconforme.
El resto de los encuentros terminó por marcar el carácter estrictamente oficial de la visita de la carismática Camila Vallejo a nuestra patria. Intercambió opiniones y abrazos con la secretaria general de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, la más gris entre todos los obedientes dirigentes que ha tenido esta organización.
La chilena se veía aún envuelta en el glamour que siempre la acompaña, pero sometida al protocolo encartonado y obediente de su contraparte cubana. Curiosa paradoja, de la postura antihegemónica en su país, Camila pasaba a compartir la palabra y la sonrisa con la hegemonía del pensamiento oficial cubano.
También estrechó las manos del actual presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, Carlos Alberto Rangel, quien ostenta el triste papel de no representar los intereses del estudiantado frente al poder, sino a la inversa.
De manera que el dirigente de una organización sin autonomía se tomó la foto junto a la prometedora figura que en 2011 sacudió la realidad de Chile y levantó a su paso fuertes simpatías y antipatías en el resto del continente y del mundo.
La FEU cubana trataba de esa manera de sacar partido a la aureola irreverente que acompaña a Camila Vallejo, consciente de que la desobediencia es una postura que hace cinco décadas no resuena sobre la amplia escalinata de la Universidad de La Habana.
Cada estrechón de manos que le dieron esos cuadros formados en el oportunismo, fue como un ritual urgente para apropiarse de su imagen de joven rebelde. Sin embargo, siempre que la miraron a los ojos se percataron que de haber nacido ella aquí, hubieran tenido que empujarla -sin clemencia- al exilio, a la cárcel o a la simulación.
En su blog personal, Camila Vallejo había atizado el fuego de la polémica antes de arribar a la mayor de las Antillas. “Cuba no es una sociedad perfecta, ni Chile tiene por qué seguir su camino”, dictaminó y esa sola frase ya marcaba una distancia con relación a los más rancios postulados de nuestro discurso oficial. Pero también cometía el error de identificar -como tantos hacen- a nuestra patria con el gobierno que la dirige, a nuestra nación con la ideología en el poder. Camila quiso compartir con sus lectores una reflexión “sobre lo paradójico que resulta el discurso de quienes critican con tanta rabia a Cuba o a quienes sienten cariño y respeto por ella”, sin percatarse que en esa afirmación estaba incurriendo en una confusión tan difícil de extirpar como las raíces del marabú sobre tierra cubana.
Los reproches que tanto abundan no van dirigidos a nuestra identidad nacional, ni a las palmas que crecen en las llanuras ni a una cultura que ha dado en los tres últimos siglos escritores, artistas y músicos de dimensión universal. Las opiniones contrarias no van “a por Cuba” sino dirigidas a un gobierno que ha penalizado la discrepancia y ha secuestrado nuestra voz. Si no se desmonta el entuerto de identificar a millones de personas que habitan esta isla con una sola ideología, entonces seguirá ocurriendo la triste situación de que ciudadanos nacidos aquí sean llamados “apátridas” o “anticubanos” por tener opiniones políticas diferentes a las del Partido Comunista.
Para debatir precisamente sobre estas sinrazones y equívocos invité a Camila Vallejo a tomarse un café. Lo hice vía Twitter, porque soy consciente de que intentar dirigirle la palabra en público sería tomado -cuando menos- como un atentado. Pero pasaron las horas y la señal de un posible encuentro nunca llegó.
Una semana antes Benedicto XVI tampoco había accedido a escuchar otras voces de nuestra ilegalizada sociedad civil. Las Damas de Blanco le habían pedido a Joseph Ratzinger un minuto de su tiempo, a cambio el gobierno cubano arrestó a muchas de ellas e impidió salir de sus casas a otras tantas.
Con la recién llegada estudiante de Geografía no era necesario desencadenar una ola represiva al estilo de la ya conocida como “Operación Voto de Silencio”, bastaba encerrar a la visitante en un círculo oficial del que no pudiera salirse. La rebelde Camila obedeció esas reglas.
Después supe por la prensa que -al igual que el Papa- ella había estado conversando con Fidel Castro. La habían llevado a ese lugar cuasi secreto y resguardado desde donde el anciano ex presidente escribe sus largos y delirantes textos. El patriarca de la revolución cubana recibía a la joven que por un rato logró contagiarlo con su aura de juventud, de futuro.
El mismo Comandante en Jefe que desmontó todo rastro de independencia estudiantil -atenazándola con controles, informantes y purgas- declaraba su simpatía por las historias de rebeldía que le contaba Camila Vallejo.
El hombre que se destacó en sus tiempos de universitario por su tendencia a la confrontación con el poder, terminó cortando todos los caminos para que los jóvenes de hoy no le hagan lo mismo a él. Quien se desgañitó en sus años mozos gritando “Abajo la dictadura”, terminó creando otra e impidiendo las consignas antigubernamentales. Del encuentro con él salió la vicepresidenta de la Fech declarando que “todas las reflexiones que haga Fidel constituyen luz y esperanza para Chile”. Quedaba claro que intercambiar ideas y sorbos de café sobre mi mesa ya era un imposible. La Cuba oficial había abducido a Camila Vallejo.
Tomé el móvil nuevamente, mi único e inmediato camino para opinar en un país donde gente como yo nunca tendrá un minuto en la televisión, ni espacio para unas líneas en los periódicos nacionales. Mandé otro mensaje ya sin muchas esperanzas: “Ayer @Camila_Vallejo se entrevistó con Fidel Castro. ¿Tendrá un minuto para jóvenes irreverentes y contestatarios?”. Hasta el momento en que escribo estas líneas, no sé si ha podido leerlo o si también ella está sufriendo los problemas de falta de conectividad a la internet que padecemos tantísimos cubanos.
Nada más enviar aquella invitación un ring ring frenético resonó en mi bolsillo. Confieso que al instante creí se trataba de una llamada de esa veinteañera de rostro perfecto y hablar apasionado que milita en el Partido Comunista de Chile. Pero en realidad la voz que se escuchaba al otro lado era de una joven desesperada por las detenciones en el Oriente del país. Quería narrarme cómo la policía política allanó la casa de un disidente y se lo llevaron junto a su esposa, varios colegas de lucha y una buena parte de los papeles y libros que encontraron a su paso.
Me contó también sobre las tres hijas del matrimonio que quedaron a cargo de la abuela, hasta tanto se sepa si a sus padres los van a procesar por algún delito o sólo es una detención intimidatoria para que desistan de expresarse. La otra Cuba que no le habían enseñado a Camila Vallejo irrumpía en mi teléfono, me reclamaba mayor atención y mayor responsabilidad que el jugueteo periodístico de perseguir a una delegación que sólo se movía por espacios seguros, filtrados. No pude determinar la edad de la mujer que me había llamado y que me describía la ola represiva en Palma Soriano y Palmarito del Cauto. Nunca supe si era mestiza, negra o blanca; joven, madura, vieja… Pero en mis fantasías yo la veía con un aspecto casi perfecto, esculpido con una maestría de escultura griega. Mientras hablaba, yo construía en mi mente unos pómulos y un mentón de revista, una cabellera castaña de sueños, una juventud a prueba de desánimos.
Pero un sollozo rompió mis divagaciones, un lloriqueo en la línea telefónica deshizo aquella cara de proporciones perfectas y me enfrentó al semblante descompuesto de la Cuba real. ¡Cómo hubiera querido que Camila Vallejo también lo hubiera visto!
YOANI SÁNCHEZ – La Tercera (Chile) |@yoanisanchez |@ElPoliticoWeb