febrero 28, 2015

UN PAÍS DE CULTURA SILENCIADA

Creación y sombras en Venezuela

El escritor y editor venezolano critica el ninguneo del Gobierno chavista a los intelectuales

El también periodista lamenta su consecuencia: un auténtico páramo cultural

  • Enviar a LinkedIn4
  • Enviar a Google +10
  • Comentarios26
El poeta venezolano Eugenio Montejo, en 2007. / GORKA LEJARCEGI
Un poeta venezolano esencial del siglo XX, Eugenio Montejo, murió en junio de 2008. Muy pocos amigos lo velaron en una alicaída funeraria del centro de Valencia, una ciudad en la que creció, estudió y cofundó la legendaria revista Poesía, por muchos años referencia continental de creación y difusión poética. Montejo había sido también, en su última etapa de vida, funcionario de la Cancillería venezolana, donde no sólo dirigió junto a la novelista Elisa Lerner la revista Venezuela, especie de vitrina cultural del país, sino que también asumió bajo acreditación la consejería cultural en Lisboa. Desde allí se dedicó a difundir la literatura venezolana en Portugal y la portuguesa en Venezuela. La emigración lusitana de la primera mitad de centuria, que muchos estiman en medio millón de habitantes, hablaba de lazos infranqueables y presuponía mucha programación de intercambio. No bastaron, sin embargo, los desvelos de un funcionario inteligente y fiel, como tampoco el Premio Nacional de Literatura conferido en 1998 o el Premio Internacional de Poesía Octavio Paz otorgado en 2005, para que la Cancillería o el régimen que se autoproclama bolivariano enviaran una corona floral o publicaran un mínimo obituario en la prensa nacional. Esas glorias, se entiende, no eran las de ellos, y por lo tanto en la funeraria de Valencia no veían más que un cuerpo insepulto.
La conducta se repite casi al calco con otros grandes escritores. Ni el novelista Salvador Garmendia, quizás el más importante de las últimas cinco décadas, fallecido en 2001; ni el narrador Adriano González León, Premio de Novela Biblioteca Breve en 1968 con País portátil, fallecido en 2008; ni el poeta Juan Sánchez Peláez, voz vanguardista por antonomasia, fallecido en 2003; merecieron ningún homenaje, mención o gesto. Para ellos la ignorancia, el borrón, la inexistencia. Así actúan quienes en los manuales educativos hacen una selección caprichosa de episodios históricos o quienes en los recuentos de historia política suprimen todo lo que tenga que ver con el período democrático 1958-1998. En Cultura, por lo demás, las omisiones son bochornosas. Ningún intelectual que haya tenido un pronunciamiento crítico, que haya firmado algún manifiesto de denuncia o que en una entrevista haya expresado algún descontento, tiene derecho a nada: ni invitaciones, ni becas, ni reconocimientos. Esas prebendas se reservan sólo para los fieles, esto es, para los que han terminado callando, traicionando sus viejos fueros y, en algunos casos, escribiendo loas al “comandante galáctico”.
Se crea finalmente para otro presente, o quién sabe si para el futuro
Los creadores venezolanos de estos tiempos han terminado por entender en qué tablero se deben o pueden mover. Y en ese juego saben que el Estado no existe, que nada se puede esperar de ninguna política cultural. Sólo una ventaja han extraído de esa injusticia, por no hablar de desgracia: se han vuelto más persistentes, más obsesivos y hasta más profesionales. Cuando se roza la supervivencia, las energías salen no se sabe de dónde, pero salen. No importa si ya no hay dónde editar, si los museos nacionales ya no exponen o si las carteleras teatrales se han banalizado. Se crea finalmente para otro presente, forzosamente alterno, o quién sabe si para el futuro, cuando el país o las audiencias sean otras. Más allá de los creadores que el país ha expulsado, que también los hay, en una especie de diáspora secreta, los que permanecen se protegen contra todas las plagas: ostracismo, aislamiento, escepticismo o autocensura. La hora invita al agrupamiento, al encuentro, a la suma de voluntades, y toda iniciativa es bienvenida, por más insignificante que pueda parecer. El único consuelo, o la única verdad, que flota sobre estas iniciativas a veces invisibles es que, cuando desde un futuro próximo se mire hacia estas horas aciagas, se descubrirá que sólo los creadores de este encierro habrán escrito las mejores crónicas, los mejores poemarios; habrán concebido las mejores obras plásticas, las mejores instalaciones; habrán compuesto las mejores obras teatrales, las mejores coreografías. La verdad creadora está en la sombra y no en los fastos burocráticos y hasta militaroides que nos quieren vender como bienes culturales.
La verdad creadora está en la sombra y no en los fastos burocráticos
Toda política cultural que se quiera moderna debe siempre garantizar los espacios de la creación, que a veces son misteriosos y hasta frágiles. Las nacientes vocaciones artísticas siempre son dubitativas y pueden hacer que un poeta en ciernes desperdicie su talento en otros afanes. ¿Quién penetra en ese mundo de fragilidades y se asegura de que la condición artística no pierda un gran vocero? ¿Quién incide en ese momento de decisiones y evita frustraciones mayores? Lejos hemos estado en Venezuela de estas cavilaciones si se quiere exquisitas, pero otras realidades y propósitos han entendido a cabalidad que no hay como la creación pura y libre para las transformaciones sociales. Esto lo han entendido, hasta inconscientemente, los creadores, trabajando con sus pocos rudimentos y olvidados de cualquier asomo de política cultural.
Quizás las ofrendas florales que merecía Eugenio Montejo llegarán a destiempo. Están más bien en la voces y corazones de sus herederos, los jóvenes que lo leen con fruición y que no cesan de admirar sus versos. No toda época sabe reconocer a sus hijos y ésta que nos gobierna los ignora a todos.

febrero 27, 2015

Petróleos de Venezuela es dueña de medios; su nombre figura en las juntas directivas de dos televisoras regionales y un periódico local. Foto: Flickr-Untal Ro.
ARMANDO INVESTIGA
El cuarto poder se rinde ante el de Pdvsa
21.02.2015 21:36
De la petrolera estatal se sabe que ha servido tanto de caja chica para la revolución bolivariana como de todo lo demás: productor y distribuidor de alimentos, transportista, patrocinante deportivo. Al largo etcétera que sigue, se suma el rol de editor de medios en cuencas petrolíferas del interior del país, donde la corporación se hace del control de televisoras y periódicos mediante el programa de Empresas de Producción Social o capitalizando sus acreencias. Este reportaje forma parte del proyecto “Propietarios de la censura en Venezuela” del Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela (Ipys Venezuela), que desde hoy comienza a dar a conocer las distintas modalidades por las que la propiedad de medios ha cambiado de manos durante los últimos años.
No se sabe aún cuántos millones de bolívares invirtió Petróleos de Venezuela, Sociedad Anónima (Pdvsa), en el patrocinio de medios regionales. Tampoco, con exactitud, cuál es el motivo de ello, más allá del propósito –propio de un programa tradicional de publicidad corporativa– de garantizar una buena presencia en medios de las marcas y la agenda del holding petrolero estatal.
Lo cierto es que a través del Programa de Empresas de Producción Social (EPS), Pdvsa se hizo del control de canales de televisión y periódicos. Son los casos, por ejemplo, de Catatumbo TV, en el estado Zulia (Occidente del país, frontera norte con Colombia), de Televisora de Oriente (TVO), en Anzoátegui, y del diario El Oriental, en Monagas (los dos últimos en la región noreste de Venezuela).
La salida de Rafael Ramírez de Pdvsa coincidió con la interrupción de la señal de Catatumbo TV. El canal zuliano dejó de salir al aire por unos meses, justo a principios de septiembre de 2014. Foto: Psuv.org.ve
En los casos de Catatumbo TV y El Oriental,  en el propio registro mercantil de esas empresas se sella el convenio con la petrolera, mientras que en el de TVO,  las millonarias cuentas por publicidad y por otros servicios prestados a Pdvsa se convirtieron en la práctica en la razón de ser de la televisora, que rubrica su compromiso con una programación dedicada a la imagen de la corporación.  Sea como sea, el hecho es que la empresa viene mostrando un interés inusitado por controlar los medios en sus áreas de influencia.
Un relámpago que oscurece
El canal regional Catatumbo TV dejó de salir al aire, por unos meses, a principios de septiembre de 2014, justo después de que el presidente Nicolás Maduro anunciara que Rafael Ramírez dejaría de ocupar sus cargos simultáneos de presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y ministro de Energía y Petróleo, para pasar a la Cancillería.
Un mes antes de ese anuncio y de la salida del aire de la señal, los funcionarios de Asuntos Públicos de Pdvsa Occidente, en Maracaibo (capital del estado Zulia), dejaron de comunicarse con la directiva de Catatumbo para pautarles la agenda diaria. El cese anticipó a los directivos del canal regional que se aproximaban los problemas. Y en efecto, tras la remoción de Ramírez, todos los empleados volvieron a casa, dándose por desempleados, y en espera del reenganche. ¿Qué podía vincular un cambio en el gabinete ministerial en Caracas, con el cierre de un medio en Zulia?
Lo explica un periodista que trabajó en la televisora desde 2011 y que pidió mantener su nombre en reserva. Está seguro de que el dueño del canal es Rafael Ramírez –algo que el tracto legal de la empresa no permite comprobar en los registros públicos– y que su cambio provocó el cierre inmediato de la emisora. En los años que estuvo como reportero, la fuente recibía órdenes directas desde el departamento de Asuntos Públicos de Pdvsa, mientras que su jefa nominal en el organigrama del medio, Judith Guevara, le dijo en varias ocasiones que lo importante para el canal no eran ni el Gobierno nacional ni Francisco Arias Cárdenas, el gobernador del estado por el oficialista Partido Unido Socialista de Venezuela (PSUV), sino las actividades de la estatal petrolera y los eventos de su brazo cultural, Pdvsa La Estancia, dirigido por la esposa de Ramírez, Beatrice Sansó de Ramírez. De acuerdo a ese mismo testimonio, en la pauta periodística del canal quedaban vetados los sectores de oposición. La opositora alcaldesa de Maracaibo, Eveling Trejo de Rosales, estaría al aire sólo cuando hubiera que criticarla, prescribía además la línea editorial.
La señal de televisión volvió a mediados de noviembre de 2014. Según un empleado de la agencia de publicidad del canal, Douglas Pirela, Catatumbo TV dejó de salir al aire porque se dañó un transmisor y los empleados nunca dejaron su lugar de trabajo. “El canal se mantuvo operativo y nunca cerró sus puertas, sólo que no se transmitía su programación”, explicó Pirela.
Promoción institucional del canal Catatumbo TV antes de su cierre temporal. Video: Youtube/Canal Catatumbo
Según el documento constitutivo de Catatumbo TV sus dueños son David Pernía Requena y Luz Amelia Fuenmayor. Aunque la empresa fue registrada el 26 de marzo de 2010, en su registro mercantil se encuentra anexada una asamblea extraordinaria de fecha 26 de febrero de 2010, anterior a su constitución, en la que los dos accionistas consideraron suscribir a Catatumbo TV al Programa de Empresas de Producción Social (EPS), promovido por el Ejecutivo nacional e implementado por Petróleos de Venezuela.
“Entre otras cosas, el programa está compuesto por un conjunto de compromisos vinculados a la participación activa del capital privado en las contrataciones que realiza PDVSA  y sus filiales, encaminadas al desarrollo económico y social del país, los cuales están constituidos por: la participación en el fondo social de PDVSA, desarrollar y acompañar a empresas pequeñas, lo cual incluye apoyar con desarrollo de sistemas y tecnologías y establecer programas permanentes que permitan la inserción de estas empresas en el sistema productivo…”. Básicamente, la estación se comprometía a adherirse a la agenda temática de Pdvsa. Estos compromisos los adquiere Catatumbo al suscribir un contrato con Pdvsa. En 2013, como último cambio plasmado en el Registro Mercantil, se incluyó a Judith Guevara como miembro de la directiva.
Esquema repetido
Pero el canal, que solo se transmitía por señal abierta, está suspendido del Registro Nacional de Contratistas (RNC) desde agosto de 2014 por no actualizar sus datos. Allí se especifica que Pernía y Fuenmayor son los presidentes, mientras que Guevara figura como vicepresidenta.
La relación de servicios sólo muestra a Petróleos de Venezuela como cliente del canal, con contratos desde 2012. Aunque se trata de un canal que percibe ganancias a través de la publicidad, Petróleos de Venezuela le pagaba por la prestación de otros servicios: alquiler de equipos de cámara, transmisión de desarrollo habitacional Maisanta, transmisión de la graduación de la Misión Ribas, transmisión de apoyo informativo a Venezolana de Televisión, entre otros ejemplos.
Miguel David Pernía Requena y Judith Guevara son pareja. Pernía fue también vicepresidente de la Televisora de Oriente (TVO), canal regional de Puerto La Cruz, estado Anzoátegui.
Además, Pernía y Guevara tienen una empresa de publicidad en Maracaibo llamada Europea de Innovaciones, con un capital de dos millones 900 mil bolívares (unos 17.000 dólares, a la máxima tasa oficial de cambio vigente en la actualidad, Simadi). Sus clientes son la Televisora de Oriente (TVO), Catatumbo Televisión y Petróleos de Venezuela, Sociedad Anónima. A la fecha Pernía no ha contestado las peticiones de entrevista a este reportaje.
Además de convertirse en proveedora de alimentos, la empresa estatal petrolera ha incursionado en la industria de medios. Foto: Facebook/Catatumbo TV.
La sede de Catatumbo se ubica en la calle 70 con avenida 27 del sector Santa María, en Maracaibo. Allí funcionó, hasta principios de 2009, el canal City Televisión, una televisora regional que, a juicio de Nikary González, miembro del Colegio Nacional de Periodistas, a pesar de tener vínculos directos con sectores del Gobierno nacional, mostraba una programación medianamente balanceada y no muy identificada con el partido oficialista. Su director y fundador fue Oscar Silva Araque, un periodista de reconocida trayectoria en Maracaibo, que en 2014 pasaría a la alta plana ejecutiva del canal Globovisión en Caracas, tras su compra por nuevos inversionistas.
City se declaró en quiebra justo después de las elecciones regionales de 2008, en las que Manuel Rosales –ex gobernador del estado Zulia, y ex candidato presidencial de oposición en 2006 frente a Hugo Chávez– resultó electo alcalde de Maracaibo. En esos comicios Rosales, derrotó al candidato oficialista y alcalde en ejercicio, Giancarlo Di Martino.
Al menos tres periodistas, que no quisieron identificarse porque trabajan en medios oficialistas, aseguran que la derrota de Di Martino fue fundamental en el cierre de City Televisión. Oscar Silva, su presidente, también tenía una empresa de publicidad y asesoría comunicacional llamada Printers, con sede en Maracaibo. Sus clientes, según el Registro Nacional de Contratistas, fueron el Instituto Municipal de Vivienda de la capital del estado Zulia, La Energía Eléctrica de Venezuela (Enelven), el Metro de Maracaibo, la alcaldía de Maracaibo, el servicio municipal de gas, la petroquímica Pequiven, el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (Ince) y Pdvsa, todos anunciantes del Estado. Estos contratos vencieron antes de 2008, cuando Di Martino dejó la alcaldía.
Silva vendió el canal a Pernía, junto a una estación de radio, City Radio 99.1, que hoy es Catatumbo 99.1, todavía en funcionamiento. Silva, además de Globovisión, encontró sitio como asesor externo del diario El Universal luego de la controvertida venta del rotativo en 2014.
El esquema de EPS se repite en la documentación del diario El Oriental de Maturín, capital del estado Monagas, muy lejos de Maracaibo, a unos 1.000 kilómetros al este.
Aunque circula desde hace 32 años, El Oriental dio señales de un cambio estructural a partir de febrero de 2014. Entonces cambió de dueño según el Acta Constitutiva que reposa en el Registro Mercantil de Maturín. Sus nuevos dueños son Virginio y Gaetano Constatino Silvestri, dos hermanos con empresas inscritas en el Registro Nacional de Contratistas, que prestan servicio de mantenimiento y construcción de obras civiles, la mayoría relacionadas con las gestiones de alcaldes o gobernadores. Las empresas tienen obras en los estados Anzoátegui y Monagas. Su capital es de un millón de bolívares (o 5.882 dólares, a la mayor tasa oficial de cambio).
El diario El Oriental de Monagas dio un viraje hace un año, cambiaron sus dueños y también sus periodistas.
Gaetano Constatino aseguró que hizo la inversión, pues siempre le “llamó la atención” el trabajo de los medios de comunicación. “Se dio la oportunidad. No he tenido jamás presión política”. El antiguo propietario era Tirso Ramos Linares, a quien siempre se le vinculó con sectores del partido socialdemócrata Acción Democrática (AD).
Mercedes Marín, directora del medio, asegura que no hubo cambios en la línea editorial: “Este medio se maneja con amplitud, más que todo fue un cambio de procesos”.
En lo visible, el medio cambió de imagen y de diseño. Sobre los periodistas que se fueron tras el cambio de propietarios, Marín señaló que ellos mismos se excluyeron “al no poder adaptarse a los cambios”. Constantino afirmó que al asumir el impreso sólo contaban con cuatro bobinas de papel que eran prestadas, una situación que, en cualquier caso, ya superaron.
En su registro mercantil queda claro que El Oriental forma parte del Programa de Empresas de Producción Social (EPS) que promueve el Gobierno nacional y que administra Petróleos de Venezuela, Sociedad Anónima (Pdvsa). Para poder participar en el programa, El Oriental se compromete a contribuir en el desarrollo de ese sistema, presentar obras “que mejoren la situación de las comunidades cercanas” y otros puntos que se concentran en un contrato con Pdvsa.
Otra trama oriental
En la red de vínculos empresariales que pasan por el embudo de Pdvsa, el nombre de David Pernía, protagonista en el negocio de Catatumbo TV, aparece vinculado a la reciente historia de la Televisora de Oriente (TVO).
Fundada en 1985 por la familia Cirigliano, la Televisora de Oriente (TVO) es la referencia de la televisión regional en el estado Anzoátegui. Varias generaciones de periodistas se forjaron allí. Ahora, sin embargo, es una caja negra. De su contenido puede derivarse con facilidad que está bajo la égida de Pdvsa, programas como el Noticiero TVO, Diálogo Bolivariano, Ventana del Pueblo y Debate Necesario muestran una evidente inclinación al oficialismo. Sin embargo, a diferencia de Catatumbo TV, no participa del programa de Empresas de Producción Social (EPS).
En 2013, Pdvsa Petróleo Sociedad Anónima era el mayor deudor del medio, con una factura de 3 millones 334 mil 687 bolívares (entonces, poco más de un millón de dólares); mientras que Petróleos de Venezuela le debía 19 mil 550 bolívares. Además de las empresas del holding petrolero, TVO mantenía acreencias con otros anunciantes oficiales, como la Petroquímica de Venezuela por 33.790 bolívares, y el Consejo Nacional Electoral (CNE) por 16 mil 187 bolívares, sumas importantes, pero apenas una fracción de lo que tenía que pagar Pdvsa a TVO.
Como Pdvsa, el nuevo logo de la Televisora de Oriente ahora es rojo rojito.
En 2010, David Pernía, el mismo de Catatumbo TV, era vicepresidente del canal. Durante su gestión TVO tuvo jugosos contratos de publicidad con las alcaldías de los municipios Sucre, Anaco, Peñalver, Guana, Sotillo y El Morro. También sostuvo negocios con la Televisora Venezolana Social, la gobernación de Sucre y el Ministerio de Comunicación e Información, entre otros entes gubernamentales.
Ahora William Ramón Galvis Rodríguez es el presidente de TVO. Está allí desde 2012, justo cuando Alejandro Gabaldón, su antecesor en el cargo, y David Pernía, dejaron la empresa.
Galvis ha dejado un rastro claro en su paso por la administración de empresas públicas. En 2003 fue designado director de Finanzas y responsable de la Unidad Administradora Central del Consejo Nacional Electoral (CNE). Su gestión comenzó el 11 de noviembre de ese año según la Gaceta Oficial número 37.819.
Luego, en 2008, según lo anunciado en laGaceta Oficial número 38.946, Galvis Rodríguez quedó a cargo de la Dirección General de la Oficina de Planificación, Presupuestos y Sistemas del Ministerio de Turismo. En 2009 era el director suplente de Venezolana de Turismo (Venetur), según el Registro Nacional de Contratistas. Sin embargo, en la página oficial de este organismo no aparece su nombre en el cuadro organizacional.
La familia Cirigliano Martínez fundó TVO en 1985, según consta en el Registro Primero Mercantil del estado Anzoátegui, y detenta el control de la empresa a través de otra persona jurídica, Promociones Club, que es a su vez la dueña de 90 por ciento de las acciones –o 49.850 acciones- de la televisora. Comenzó con un capital de un millón de bolívares. Galvis Rodríguez figura en los documentos como representante de Promociones Club en la directiva de la compañía.
Pascual Cirigliano Martínez fue el presidente de TVO hasta julio de 2010. Luego sigue un periodo de aparente inestabilidad. Renato Gutiérrez Padrón ocupó la presidencia hasta la llegada de la dupla de Gabaldón y Pernía. Luego renunciaron ambos y llegó Galvis. Para 2012 disponía de un capital mayor a los 20 millones de bolívares (alrededor de tres millones de dólares, al cambio oficial de la fecha).

febrero 23, 2015

La mordaza en la era digital

El País
Añadir leyenda

Una mujer p      Protesta contra los ataques a la prensa en Venezuela en febrero de 2014. /ALEJANDRO C     SEGARRA (AP)


















Dos convicciones se han asentado en el pensamiento contemporáneo sobre el periodismo. La primera es que Internet es la fuerza que más está convulsionando los medios de comunicación. La segunda es que la Red y las herramientas de comunicación e información que ha generado, como YouTube, Twitter y Facebook, están desplazando el poder desde los Gobiernos a la sociedad civil y a los blogueros, ciberciudadanos o los llamados “periodistas ciudadanos”. Es difícil no estar de acuerdo. Sin embargo, estas afirmaciones esconden el hecho de que los Gobiernos están teniendo el mismo éxito que Internet a la hora de irrumpir en los medios de comunicación independientes y condicionar la información que llega a la sociedad.
Es más, en muchos países pobres o en los que tienen regímenes autocráticos, las acciones gubernamentales pesan más que Internet a la hora de definir cómo y quién produce y consume la información. Hay un hecho sorprendente que lo ilustra: la censura está en pleno apogeo en la era de la información. En teoría, las nuevas tecnologías hacen que a los Gobiernos les sea más difícil, y en última instancia imposible, controlar el flujo de la información. Algunos sostuvieron que el nacimiento de Internet presagiaba la muerte de la censura. En 1993, John Gilmore, un pionero de Internet, declaraba a Time: “La Red interpreta la censura como un obstáculo que debe evitar y evadir”.
Hoy, muchos Gobiernos han aprendido a esquivar los efectos liberadores que tiene Internet. Como los emprendedores, están recurriendo a la innovación y la imitación. En Hungría, Ecuador, Turquía o Kenia, las autoridades emulan a autocracias como Rusia, Irán o China censurando noticias críticas y creando sus propias empresas estatales de comunicación. También están diseñando herramientas más sutiles para atacar a los periodistas. De esta forma, la esperanza de que Internet permitiría la proliferación de fuentes de información independientes y diversas se ha hecho realidad solo para una parte minoritaria de la humanidad, la que vive en democracias consolidadas.

En Venezuela, dos de los principales periódicos, críticos con el Gobierno, han sido vendidos a empresas misteriosas
Como periodistas, hemos conocido de primera mano los efectos transformadores de Internet. La Red es capaz de reformular cualquier ecuación de poder en la que la información sea una variable. Pero esto no es una ley universal. Cuando empezamos a cartografiar ejemplos de censura, nos alarmó el hecho de encontrar a simple vista tantos casos y tan descarados. Pero más sorprendente todavía es la magnitud de la censura que no se ve, y que es difícil detectar por diversos motivos. Primero, algunas herramientas de control de los medios se enmascaran como perturbaciones del mercado. Segundo, en muchos lugares, el uso de Internet y la censura se están extendiendo rápidamente de forma simultánea. Tercero, aunque Internet es un fenómeno mundial, la censura se percibe todavía como un problema local o nacional. Las pruebas indican otra cosa.
En Venezuela, por ejemplo, entran en juego estos tres factores. El uso de Internet está creciendo a gran velocidad, a pesar del ambicioso programa de censura aplicado desde el Gobierno. Algunos de sus métodos permanecen ocultos, y han salido a la luz en otros países. Uno de ellos consiste en hacerse con el control de medios independientes a través de empresas fantasma y falsos compradores.
Según Tamoa Calzadilla, que hasta el año pasado era directora de investigación de Últimas Noticias, el periódico con más circulación de Venezuela, ni en Europa ni en Estados Unidos se hacen idea de la cantidad y variedad de presiones que sufren los periodistas de su país. Calzadilla dimitió en señal de protesta después de que unos compradores anónimos se hiciesen con el control del periódico y el nuevo director exigiese unos cambios injustificados en un reportaje de investigación sobre las protestas contra el Gobierno. “Esta no es la censura de toda la vida, donde te ponen a un soldado en la puerta del periódico y agreden a los reporteros”, nos decía Calzadilla. “En vez de eso, compran el periódico, se querellan contra los periodistas y los llevan a juicio, escuchan a escondidas sus conversaciones y las emiten por la televisión estatal. Es la censura del siglo XXI”.
La nueva censura cuenta con muchos profesionales, y con métodos cada vez más refinados:
En Hungría, la Autoridad de Medios de Comunicación tiene la potestad de recoger información detallada sobre los periodistas y sobre la publicidad y los contenidos editoriales. El régimen del primer ministro Viktor Orbán recurre a multas, impuestos y la concesión de licencias para presionar a los medios críticos, y destina la publicidad estatal hacia rotativos que simpatizan con el Gobierno.


La libertad de prensa en 2015
En Pakistán, la autoridad reguladora estatal suspendió la licencia de emisión de Geo TV, el canal más popular del país, después de que los servicios secretos presentasen contra la empresa una demanda por difamación, tras el asesinato de uno de los periodistas más famosos de la cadena. El canal se pasó 15 días sin poder emitir en junio de 2014. Los periodistas paquistaníes dicen que la autocensura y los sobornos son moneda corriente.
En Turquía, la legislación relativa a Internet confiere autoridad a la Dirección de Telecomunicaciones para eliminar cualquier web o contenido “a fin de salvaguardar la seguridad nacional y el orden público, así como para evitar un crimen”. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sido criticado por encarcelar a docenas de periodistas y por usar investigaciones tributarias y multas elevadas como represalias por coberturas informativas críticas. Hace poco, el Gobierno bloqueó Twitter y otras redes sociales supuestamente en respuesta a un escándalo de corrupción en el que estaban implicados Erdogan y otros funcionarios de alto rango.
En Rusia, el presidente Vladímir Putin está reconfigurando el paisaje mediático a imagen y semejanza del Gobierno. En 2014, varios medios de comunicación fueron cerrados o cambiaron de línea editorial de un día para otro en respuesta a la presión gubernamental. Y al mismo tiempo que lanzaba sus propios canales informativos, el Gobierno aprobaba una ley que limitaba la inversión extranjera en medios rusos.
Tradicionalmente, la censura ha sido un ejercicio de copiar y pegar. Los funcionarios del Gobierno inspeccionaban el contenido de los periódicos, revistas, libros, películas o informativos y lo suprimían o alteraban de modo que solo la información considerada aceptable llegase a la ciudadanía. Para las dictaduras, la censura abría la puerta a cierres de medios y persecución de los periodistas rebeldes, que podían acabar en el exilio, la cárcel o muertos.
A principios de la década de los noventa, el periodismo llegó a Internet, y la censura lo siguió. Los filtros, los bloqueos y los ciberataques sustituyeron a las tijeras y la tinta negra. Algunos Gobiernos prohibieron el acceso a páginas web que no les gustaban y redirigieron a los usuarios a sitios que parecían independientes pero que, en realidad, estaban bajo su control. Infiltraron a funcionarios especializados en los foros y chats para influir en lo que allí se debatía. Y encargaron a piratas informáticos anónimos que destruyeran webs y blogs, y obstaculizaran la presencia en Internet de quienes los criticaban atacando o bloqueando sus páginas de Facebook o cuentas de Twitter.


Flores sobre el logotipo de Google en Pekín, tras su anuncio de que abandonaba su actividad en China por la censura. / JASON LEE (REUTERS)
Los activistas diestros en tecnología encontraron pronto formas de protegerse y eludir la censura digital. Durante algún tiempo, dio la impresión de que estaban ganando la batalla a burocracias gubernamentales centralizadas, jerárquicas y lentas. Pero los Gobiernos aprendieron rápido, sobre todo los más autoritarios. Muchos dejaron de ser meros espectadores de la revolución digital para convertirse en expertos en tecnologías que les permitieron monitorizar contenidos, controlar a activistas y a periodistas y dirigir el flujo de la información.
China es el país donde se ponen de manifiesto con mayor intensidad las contradicciones que ha generado la Red. La nación con más usuarios de Internet y con el crecimiento más veloz de la población conectada es también el mayor censor del mundo. De los 3.000 millones de internautas del mundo, el 22% vive en China (en EE UU, casi el 10%). Pekín ha creado lo que llama “el Gran Cortafuegos” para bloquear contenidos, incluidas las páginas de información extranjeras. Se calcula que dos millones de censores controlan Internet y la actividad de los usuarios. Sin embargo, el 76% de los chinos afirman sentirse libres de la vigilancia gubernamental, según una encuesta citada por la cadena británica BBC. Es el porcentaje más alto de los 17 países estudiados.
El motivo es que las autoridades chinas idean sistemas de censura más sutiles y difíciles de detectar por los ciudadanos. En Hong Kong, donde Pekín debe respetar la libertad de prensa por ley, han forzado el despido de redactores y columnistas críticos, han promovido la retirada de publicidad tanto estatal como privada, incluida la de algunas multinacionales, y han llevado a cabo ciberataques contra algunas webs. La Asociación de Periodistas de Hong Kong ha descrito el año 2014 como “el más oscuro para la libertad de prensa desde hace varias décadas”.
Las acciones de China ponen de manifiesto las nuevas opciones que tiene la censura: puede ser directa y visible, o indirecta y sigilosa. La censura furtiva puede conllevar la creación de entidades que parecen empresas privadas u organizaciones no gubernamentales que se presentan como miembros “de la sociedad civil”, pero que están controladas en realidad por el poder político. Y así, piratas informáticos de Rusia o China, por ejemplo, atacan las redes de los críticos —tanto en sus países como en el extranjero— de forma difusa, como activistas anónimos desperdigados por el mundo, cuando son aliados del régimen.

Las filtraciones de Snowden demuestran que cualquier Estado puede husmear en la vida de los ciudadanos
La censura furtiva atrae a los Gobiernos autoritarios que quieren parecer democráticos (o, al menos, no ser vistos como dictaduras a la vieja usanza).
En los regímenes pseudodemocráticos, el modo en que un Gobierno ejerce la censura suele reflejar la tensión existente entre la proyección de una imagen democrática y la supresión implacable de la disensión. Venezuela es un buen ejemplo. Este país de 30 millones de habitantes se ha convertido en un laboratorio de distintas formas de control del flujo de información. El modelo venezolano ofrece varios ingredientes sustanciosos: unos medios independientes valientes y batalladores, un establishment de la prensa que sirve a las élites, una revolución socialista que dice construir una democracia popular y una ciudadanía polarizada que es testigo de una guerra informativa casi permanente.


Mecanismos de control de la información
A medida que se ha ido agravando la crisis política y económica, el Estado y sus aliados parecen haber desenfundado una nueva arma: silenciar la información crítica mediante la adquisición secreta de algunas de las empresas privadas de comunicación más molestas para el Gobierno.
Al principio, las operaciones se asemejaban al cambio de guardia que se está produciendo en los grupos mediáticos tradicionales de todo el mundo. Afectaron a Últimas Noticias, el periódico más vendido, pero con más problemas económicos de Venezuela, y al rotativo más antiguo, El Universal. Pero con el tiempo, estas ventas se perfilan no como una consecuencia de las perturbaciones del mercado, sino como una intromisión política a través de compradores afines al Gobierno, dinero turbio y una red de empresas extranjeras, algunas de las cuales fueron creadas de un día para otro con el fin de ocultar la identidad de los nuevos propietarios.
Las estrategias legales empleadas en estas adquisiciones hacen que sea difícil seguirles la pista. No hay ninguna prueba que las conecte de forma directa con fondos gubernamentales. Pero las enormes irregularidades en las operaciones y los cambios posteriores en la línea editorial han convencido a los periodistas de que estos medios han perdido su independencia.
En el caso de Últimas Noticias y la cadena a la que pertenece, el comprador fue Latam Media Holding, una empresa fantasma creada en Curaçao menos de un mes antes de la adquisición. El precio, que no se hizo público en su momento, superó los 97 millones de dólares, una suma enorme en el contexto de la débil economía venezolana. Según los documentos que hemos examinado, dos días antes de la venta, una de las antiguas accionistas vendió su participación por 11 millones de dólares a un fondo de divisas latinoamericano de titularidad opaca, una transacción que se mantuvo en secreto. El mayor periódico del país cambió de manos y las preguntas sobre el origen de los fondos y la identidad de los propietarios obtuvieron el silencio por respuesta.
La intriga aumentó cuando trascendió que Latam Media Holding está controlada por Robert Hanson, un empresario británico sin experiencia en inversiones en medios de comunicación ni en Latinoamérica. Hanson es el hijo multimillonario del fallecido empresario industrial lord Hanson y figura habitual en la crónica social londinense (un “bribón sofisticado”, según una memorable descripción del periódico The Times). El empresario guarda silencio.
Los nuevos directores de Últimas Noticias aseguraron a la plantilla que las normas de calidad del periódico no cambiarían. Pero, al cabo de unas semanas, según relatan los periodistas, les pidieron que suavizasen los artículos críticos con el Gobierno o les presionaron para que directamente no los escribiesen, acusación que ha negado el actual director. Desde la compra, más de 50 redactores han dimitido.
Los periodistas y los directivos de los medios de comunicación de Venezuela están acostumbrados a que las autoridades los traten con dureza. El difunto presidente Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, han atacado a medios privados por apoyar a la oposición y los han acusado de desestabilizar el país. El Gobierno ha aprobado leyes que limitan la libertad de prensa, ha restringido el acceso a la información pública, ha impuesto multas y cargas tributarias a las empresas de comunicación, ha negado licencias de emisión, ha obligado a retirar programas de la parrilla y ha utilizado el control de divisas para provocar escasez de papel de periódico, que es importado. Al menos una docena de periódicos han cerrado por falta de suministros.
El Estado tiene un largo historial de acosos, detenciones y palizas a periodistas, que además están expuestos a continuas demandas por difamación. Los funcionarios suelen recurrir a los medios de comunicación estatales para vilipendiar a determinados periodistas o publicaciones. Los reporteros saben que corren un gran riesgo personal si escriben sobre la corrupción o sobre la escasez de productos básicos —desde papel higiénico a medicamentos o alimentos esenciales—. En un sondeo realizado por la rama venezolana del Instituto de Prensa y Sociedad, que defiende la libertad de prensa, el 42% de los periodistas consultados afirmó haber sido presionado por funcionarios de la Administración para cambiar un artículo.
La represión directa contra los medios le ha salido cara al Gobierno: ha provocado protestas en el país y condenas internacionales. Y nunca ha funcionado durante mucho tiempo.
Hasta hace poco, los venezolanos podían encontrar información potente sobre asuntos delicados como la salud de Chávez (murió de cáncer en 2013), las impactantes estadísticas sobre criminalidad (la segunda tasa de asesinatos más alta del mundo) y la gestión estatal del sector energético (incluidas las reservas de petróleo más grandes del mundo).
Pero las cosas cambian en la primera mitad de 2014, con los violentos enfrentamientos entre manifestantes y la policía. Unas protestas estudiantiles en respuesta a un crimen en un campus universitario se propagaron hasta convertirse en una auténtica crisis para Maduro. Cuando empezaron a multiplicarse los muertos y heridos, el Gobierno cerró NTN24, un canal de cable internacional que cubría la información. Bloqueó todas las imágenes en Twitter. Hubo periodistas, fotógrafos y operadores de cámara detenidos y golpeados. Los medios de comunicación estatales apenas informaban de la violencia y de los motivos que había tras las protestas. Particularmente sorprendente fue la débil cobertura en Globovisión, un canal de noticias de 24 horas. Unos meses antes había sido adquirido por una aseguradora supuestamente cercana al régimen de Maduro. Había sido la última cadena de televisión crítica con el Gobierno.
En Últimas Noticias, el equipo de investigación dirigido por Tamoa Calzadilla consiguió una gran primicia: un vídeo que mostraba a policías y agentes de paisano disparando a un grupo de manifestantes que huían y matando a uno de ellos. A pesar de que el diario acababa de cambiar de manos, Calzadilla y su equipo publicaron el vídeo en Internet. Su reportaje condujo a las primeras detenciones de miembros de las fuerzas de seguridad. Pero poco tiempo después, el presidente del grupo propietario del periódico dimitió y fue sustituido por un aliado del partido en el Gobierno.
Al mes siguiente, Calzadilla presentó al nuevo director un reportaje sobre los manifestantes y la policía preparándose para los enfrentamientos en Caracas. Cuenta que se negó a emitirlo a menos que dijera que los manifestantes estaban financiados por Estados Unidos (no había pruebas de ello). En vez de hacerlo, Calzadilla dimitió y, antes de salir del edificio, tuiteó la frase: “El periodismo primero”.
Si la adquisición de Últimas Noticias fue un misterio, la compra de El Universal en julio de 2014 tuvo elementos propios de una farsa. Sus propietarios (a quienes Maduro había descrito en televisión como “oligarquía rancia”) anunciaron la venta del rotativo, con 106 años de antigüedad, un mes después de que remitieran las protestas. El comprador fue una empresa de inversiones española fundada un año antes con un capital de unos 4.000 dólares (3.500 euros). Según los documentos publicados por el bloguero Alek Boyd, el único accionista de la empresa española era una firma registrada en Panamá llamada Tecnobreaks, Inc. Pero cuando Boyd se puso en contacto con los fundadores de Tecnobreaks se encontró con un padre y un hijo venezolanos que aparentemente se dedicaban a la reparación de coches. Le dijeron que no sabían nada de la venta y que ellos no eran gente de dinero.Hoy sigue siendo un misterio quién está detrás de la compra de El Universal o cuánto se pagó por él (se calcula que entre 20 y 100 millones de dólares). El cambio de propiedad tuvo un claro efecto sobre el día a día de la redacción. Durante el mes siguiente a la venta, al menos 26 periodistas dijeron haber sido despedidos por informar de manera crítica. A Rayma Suprani, una popular dibujante, la despidieron por una viñeta en la que se burlaba de la famosa firma de Chávez, que se iba empequeñeciendo hasta convertirse en una línea recta que representaba la muerte de la sanidad en Venezuela. “No sabemos quién compró El Universal ni quién paga los salarios”, declaraba a CNN en español tras su despido. “Pero ahora sabemos que les molesta una línea editorial crítica. Así que podemos suponer que no fue un hombre invisible, sino el Gobierno, quien se apoderó del periódico”.
Suprani publica ahora sus viñetas en Twitter, donde tiene más de medio millón de seguidores. Muchos de los periodistas con más iniciativa de Venezuela se han pasado a Internet. Tamoa Calzadilla es directora de investigación para Runrun.es, un portal de noticias independiente con reporteros en Caracas, donde, según nos decía, “están haciendo el periodismo que hace falta”. Pero aunque el uso de Internet está en rápido crecimiento en Venezuela, menos de la mitad de la población tiene acceso a la Red. En un país partido en dos por la política, la mayoría de los venezolanos solo se entera de la mitad de la historia.
A pesar de la crisis económica, el Gobierno está invirtiendo grandes cantidades en la construcción de su propio imperio mediático. La cadena de televisión estatal TeleSur se ha convertido en el mayor canal de noticias de 24 horas de Latinoamérica. Fundada por Chávez “para liderar y fomentar la unificación de los pueblos del sur”, ahora da trabajo a 800 periodistas. La empresa marcó un hito el año pasado con la presentación de una web y un informativo en inglés, que publicitó en un anuncio a toda página en The New Yorker.
Por un momento, durante la primavera árabe, en 2011, parecía que las redes sociales estaban confiriendo a los activistas defensores de la democracia cierta ventaja frente a regímenes atrincherados. Es célebre la anécdota de que, mientras los manifestantes celebraban sus triunfos en Egipto, el ejecutivo de Google Wael Ghonim le dijo al veterano periodista Wolf Blitzer: “Si quieres liberar a un pueblo, dale Internet”. Aunque la compleja dinámica del levantamiento iba mucho más allá de la revolución de Facebook, la expresión reflejaba el sentimiento de que algo importante había cambiado.
Cuatro años después, la libertad de los medios en Egipto se ve sometida a un devastador ataque. Decenas de periodistas han sido encarcelados, según el Comité para la Protección de los Periodistas. Amnistía Internacional informó durante el pasado verano que tenía unos documentos que probaban la existencia de un programa gubernamental para crear un sistema de espionaje y supervisar qué pasaba en Facebook, Twitter, WhatsApp y otras redes sociales. Podría ser un eslogan para la contrarrevolución de Facebook: para otorgarle poder a un Gobierno, dale Internet.
Las filtraciones de Edward Snowden han dejado claro que Internet es una herramienta con la que cualquier Gobierno, con los medios necesarios, puede husmear en las vidas de los ciudadanos, incluidos los periodistas. Es cuestionable que el espionaje realizado por Estados Unidos o Reino Unido en sus territorios se pueda considerar censura. Pero las autorizaciones del Gobierno de Obama para pinchar los teléfonos de periodistas y la persecución judicial de las filtraciones han tenido un efecto intimidatorio muy bien documentado en la información sobre seguridad nacional. Que un Estado lleve a cabo rastreos electrónicos hace que ningún periodista que informe sobre asuntos secretos pueda, en conciencia, garantizar el anonimato a sus fuentes.
Estas políticas de seguridad nacional sitúan a EE UU y otras democracias consolidadas en el mismo debate que aquellos países, como Rusia, que ven Internet como una amenaza y una herramienta de control. La mayoría de estos países no han intentado esconderse ante las acusaciones de que utilizan Internet para llevar a cabo operaciones de vigilancia. En cambio, Rusia, India, Australia y otros han aprobado unas normas sobre seguridad que convierten esa práctica en ley.
Los periodistas temen, con razón, verse encerrados en esta trampa electrónica. Con frecuencia, son su objetivo. China ha pirateado las cuentas de correo electrónico de algunos periodistas extranjeros, se supone que para rastrear sus fuentes e introducirse en los servidores de los grandes periódicos norteamericanos. La Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en inglés) de Estados Unidos penetró en la red de Al Jazeera. El Gobierno colombiano espió las comunicaciones de periodistas extranjeros que cubrían las conversaciones de paz con la guerrilla. El Organismo de Seguridad de Redes de Información de Etiopía ha seguido la pista a periodistas en Estados Unidos. Bielorrusia, Rusia, Arabia Saudí y Sudán controlan de manera rutinaria las comunicaciones de los periodistas, según Reporteros Sin Fronteras.
Joel Simon, director ejecutivo del Comité para la Protección de los Periodistas, describe las siniestras consecuencias de la vigilancia en su último libro, The New Censorship (La nueva censura).</CF> Simon relata con escalofriante detalle el modo en que Irán convirtió el uso de Internet en un arma contra los manifestantes en 2009. Los agentes de seguridad torturaron a reporteros como Maziar Bahari (en cuya historia se basa la película de Jon Stewart Rosewater) hasta que confesaron las contraseñas de sus redes sociales y correos electrónicos, y luego peinaron sus redes e identificaron y detuvieron a sus fuentes. Los funcionarios iraníes también crearon cuentas falsas de Facebook para atraer a los activistas. “El uso de Facebook y otras plataformas sociales por parte de los Gobiernos para desmantelar redes políticas se ha convertido en una práctica habitual”, escribe Simon.
Los Estados no son los únicos que emplean estas técnicas. En México, los carteles de la droga llevan a cabo operaciones monstruosas en Internet para intimidar a sus rivales, al Gobierno y a los ciudadanos. Los narcotraficantes han silenciado con brutalidad los intentos de informar anónimamente sobre sus actividades en las redes sociales. En octubre de 2014, varios sicarios secuestraron a una “periodista ciudadana”, María del Rosario Fuentes Rubio, y publicaron imágenes de su cadáver en su cuenta de Twitter.
En Rusia, y el resto del mundo, se repite un patrón: el Estado presiona a los medios de comunicación independientes para que migren a Internet, donde deben reconstruir su público y donde el Gobierno es un poderoso arrendatario, o incluso terrateniente. Si los medios independientes se vuelven demasiado grandes en la Red, como el popular portal ruso de noticias Lenta.ru, puede suceder que sus directores sean despedidos de repente, la línea editorial cambie y el portal se venga abajo.
Una tendencia inquietante es la unión de varios Gobiernos con el objetivo de construir un Internet más fácil de controlar. China ha asesorado a Irán sobre cómo crear su propio Internet halal [una especie de intranet nacional gigante]. Pekín también ha estado compartiendo sus conocimientos con Zambia para bloquear contenidos clave de Internet, según Reporteros Sin Fronteras. Empresas de vigilancia privadas ofrecen sus servicios a los países que quieren mejorar sus programas de descifrado.
Si con eso no basta, algunos Gobiernos siguen contando con que la autocensura haga su trabajo. El pasado octubre, tras un mortífero ataque contra el Ejército perpetrado por militantes islámicos, los máximos responsables de más de una docena de periódicos egipcios se comprometieron a no publicar las críticas contra el Gobierno y bloquear “los intentos de cuestionar a las instituciones estatales o insultar al Ejército, la policía o la judicatura”. Los propietarios de la cadena de televisión Al Nahar añadieron: “La libertad de expresión nunca puede justificar que se mine la moral del Ejército egipcio”.
Por cada Gobierno que consigue controlar la información o reprimir a periodistas, hay ejemplos de ciudadanos audaces que han encontrado fórmulas para eludir o socavar los controles oficiales. O simplemente están dispuestos a correr el riesgo de oponerse a un Gobierno que afirma ser el único que tiene autoridad para escribir la historia. Esta lucha de poder dista mucho de haber terminado, y su desenlace variará de un país a otro y con el tiempo. La innovación tecnológica creará nuevas opciones que permitirán a individuos y organizaciones contrarrestar la censura gubernamental, aun cuando los Gobiernos recurran a técnicas que incrementen su capacidad de censura.
Las presiones sobre los Gobiernos para que sean transparentes, rindan cuentas, den acceso a la información pública y favorezcan la participación de la opinión pública no van a desaparecer. Los Estados autocráticos se enfrentan a ciudadanos más conscientes e inquietos desde el punto de vista político, y más difíciles de silenciar. Ucrania ha demostrado que una población harta puede derrocar a un presidente autócrata, aunque este cuente con el apoyo de la vecina Rusia. En Hong Kong, como vimos el pasado otoño, un grupo de activistas sin líderes ha plantado cara al inmenso poder de China.
Pero los Estados siguen teniendo una extraordinaria capacidad para alterar el flujo de la información y adaptarlo a sus intereses. Desde Rusia hasta Bolivia, pasando por Turquía y Hungría, los gobernantes están colocando a sus partidarios en los tribunales supremos y la judicatura, y debilitando unas instituciones cuya razón de ser es evitar la concentración del poder. En este contexto político, los medios independientes no pueden sobrevivir mucho tiempo.
Internet puede redistribuir el poder. Pero resulta ingenuo suponer que existe una solución tecnológica sencilla para aquellos Gobiernos y dirigentes que están decididos a concentrar el poder y dispuestos a hacer lo que sea por conservarlo. La censura crecerá y disminuirá a medida que la innovación tecnológica y el deseo de libertad choquen contra unos Gobiernos empeñados en controlar a sus ciudadanos, empezando por lo que leen, ven y escuchan.
Philip Bennett es director del Centro DeWitt Wallace para los Medios de Comunicación y la Democracia, y catedrático de la Escuela Sanford de Políticas Públicas de la Universidad Duke. Fue director general de The Washington Post yFrontlineMoisés Naím es miembro distinguido de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, columnista y colabora como redactor con The AtlanticEduardo Marenco ha colaborado en este artículo como investigador.

febrero 22, 2015

EL NACIONAL - DOMINGO 22 DE FEBRERO DE 2015OPINIÓN/11
 

Opinión

La censura en el siglo XXI  

MOISÉS NAÍM Y PHILIP BENNETT* 


D  os convicciones se han asentado en el pensamiento contemporáneo sobre el periodismo. La primera es que Internet es la fuerza que más está convulsionando a los medios de comunicación. 

La segunda es que la red está desplazando el poder de los gobiernos a los individuos. 

Es difícil no estar de acuerdo. 

Sin embargo, estas afirmaciones esconden el hecho de que los gobiernos están teniendo el mismo éxito que Internet a la hora de irrumpir en los medios de comunicación independientes y condicionar la información que llega a la sociedad. Es más, en muchos países pobres o en los que tienen regímenes autocráticos, las acciones gubernamentales pesan más que Internet a la hora de definir cómo y quién produce y consume la información. Sorprendentemente, la censura está en pleno apogeo en la era de la información. En teoría, las nuevas tecnologías hacen que a los gobiernos les sea más difícil, y en última instancia imposible, controlar el flujo de la información. Algunos sostuvieron que el nacimiento de Internet presagiaba la muerte de la censura. En 1993, John Gilmore, un pionero de Internet, declaraba a Time: "La red interpreta la censura como un obstáculo que debe evitar y evadir." No ha resultado así. Hoy, muchos gobiernos han aprendido a esquivar los efectos liberadores que tiene Internet. 

En Hungría, Ecuador, Turquía o Kenia, las autoridades emulan a autocracias como Rusia, Irán o China censurando noticias críticas y creando sus propias empresas estatales de comunicación. También han adoptado invisibles y potentes manera de reprimir periodistas.

Así, la esperanza de que Internet permitiría la proliferación de fuentes de información independientes y diversas se ha hecho realidad solo para una minoría de la humanidad.

Tradicionalmente, la censura consistía en que funcionarios del gobierno inspeccionaban el contenido de los periódicos, revistas, libros, películas o informativos y lo suprimían o alteraban de modo que solo la información considerada aceptable llegase a la ciudadanía. 

A principios de la década de los noventa, el periodismo llegó a Internet, y la censura lo siguió. Los filtros, los bloqueos y los ciberataques sustituyeron a las tijeras y la tinta negra. Luego aparecieron diestros activistas en tecnología que encontraron formas de protegerse y eludir la censura digital. Se creó así la impresión de que le estaban ganando la batalla a burocracias gubernamentales centralizadas, jerárquicas y lentas. Pero los gobiernos aprendieron rápido, sobre todo los más autoritarios. Muchos dejaron de ser meros espectadores de la revolución digital para convertirse en expertos en tecnologías que les permitieron controlar el contenido, a los activistas y a los periodistas, y dirigir el flujo de la información.

China es el país en el que se ponen de manifiesto con mayor intensidad las contradicciones que ha generado la red. 

La nación con más usuarios de Internet y con el más veloz aumento de la población conectada es también el mayor censor del mundo. De los 3.000 millones de internautas del mundo, el 22% vive en China (en Estados Unidos, casi 10%). 

El gobierno chino ha creado lo que llama "el Gran Cortafuegos" un enorme esfuerzo destinado a bloquear contenidos inaceptables, incluidas las páginas de información extranjeras. Se calcula que dos millones de censores controlan Internet y la actividad de los usuarios. Sin embargo, 76% de los chinos afirman sentirse libres de la vigilancia gubernamental, según una encuesta citada por la cadena británica BBC. Es el porcentaje más alto de los 17 países estudiados.

Internet ha permitido a las autoridades chinas idear sistemas de censura más sutiles y difíciles de detectar por los ciudadanos. En Hong Kong, donde Pekín debe respetar la libertad de prensa por ley, China ha puesto en marcha medidas para poner coto al periodismo independiente. 

Ha forzado el despido de redactores y columnistas críticos, ha promovido la retirada de publicidad tanto estatal como privada, incluida la de algunas multinacionales, y ha llevado a cabo ciberataques contra algunas webs. La Asociación de Periodistas de Hong Kong ha descrito el año 2014 como "el más oscuro para la libertad de prensa desde hace varias décadas".

Las acciones de China ponen de manifiesto las nuevas opciones que tiene la censura: puede ser directa y visible, o indirecta y furtiva. Estas estrategias sigilosas han ido cobrando importancia a medida que un mayor número de gobiernos ha intentado ocultar sus esfuerzos por controlar los medios de comunicación. 

*Philip Bennett es professor de periodismo de la Universidad de Duke Lea más en elnacionalweb