diciembre 17, 2010

Teletón de la tragedia


1“Dónde está la cámara Izarra? ¿No, no, esa no, cuál es la mía? ¿Pero yo no me veo ahí igualito? Ah, ah..! hay un dilei (sic)” tronaba el teniente coronel Chávez en la continuación del teletón programado en cadena nacional, a partir de las penurias y calamidades de los pobres venezolanos directamente agobiados por la tragedia, ahora no tan sólo por la inclemencia de las lluvias, sino por doce años de desamparo, de ineficiencia, burocratismo y corrupción. Quiero detenerme un instante en esta referencia temporal para que la pertinencia de la observación no pase inadvertida como parte decorativa del debate político. En este sentido apunto que el 6 de diciembre de 1998, el entonces presidente electo Hugo Chávez (con unos 30 kilos menos de los que ahora apretan su uniforme) declaraba: “Dentro de cinco años, por supuesto que yo no aspiro a que hayamos solucionado el grave problema de la vivienda. Hoy hay un millón y medio de déficit habitacional en Venezuela, pero al menos en un cincuenta por ciento, hemos calculado, debe estar solucionado el drama de la vivienda para las clases pobres y las clases medias venezolanas”. ¿Con qué moral se viene ahora a abrazar a una humilde y desesperada señora damnificada de Vargas (1999) que tiene tres años sobreviviendo en un refugio? ¿Qué justificación ética, política, de honesto compromiso con los pobres puede tener un presidente para solicitar a una Asamblea Nacional, obsecadamente sumisa a sus designios, una habilitación legislativa para atender una crisis de la cual era absolutamente consciente hace doce años, y a la que se había comprometido a solucionar, al menos en un cincuenta por ciento, en el transcurso de cinco años de mandato? Para el comandante presidente, que dice amar las matemáticas, la ecuación tiene que ser trágica: durante su ya prolongado mandato “el grave problema de la vivienda” no sólo no disminuyó en cincuenta por ciento, sino que aumentó en otro veinte y cinco por ciento si nos atenemos a las cifras publicadas en la prensa de estos días: el déficit de vivienda en Venezuela supera los dos millones. Dejo para los especialistas las consideraciones sobre las ingentes sumas de dinero que han corrido por las manos de Chávez en estos doce años, la valoración sobre la regaladera de plata a su combito de la Alba, a la compradrera de fusiles, submarinos y misiles, dinero que pudo efectivamente ser mejor empleado y haber servido para resolver el problema de esos humildes compatriotas que hoy son obscenamente utilizados como comparsas del Teletón de la tragedia, en cadena nacional, del comandante presidente.
2 “Dónde está la cámara Izarra? ¿No, no, esa no, cuál es la mía? Fue el pasado 7 de diciembre, en horas del mediodía, a exactamente doce años de la afirmación arriba citada, cuando el hoy comandante presidente nos impuso una cadena de radio y televisión, que debe conservarse en los anales de esta revolución (sic)  como la más excelsa joya del narcisismo, del culto a la personalidad, de la cursilería y de amilbarado jalamecatismo. No pude conseguir a tiempo la trascripción del texto del locutor que narraba la acción salvadora del comandante presidente pero era algo del siguiente tenor, aunque tenga la seguridad el amable lector que me quedaré corto:  “... en estos momentos el comandante presidente llega al sitio de la tragedia, el comandante presidente, el corazón pletórico de amor por su pueblo besa a una anciana, el comandante presidente alza un niño en sus brazos que al contacto con el comandante presidente sonríe esperanzado, el comandante presidente camina para  acá, el comandante presidente camina para allá, el comandante presidente maneja el mismo su carro, el comandante presidente mira para arriba, el comandante presidente mira para abajo, el comandante presidente agarra el megáfono, el comandante presidente mira para un lado, el comandante presidente mira para otro lado....y (en algún momento) se oye la voz del comandante presidente que grita patria, socialismo y muerte”.
Se privaba con esta obscena cadena a los humildes afectados de mensajes relativos a previsiones que tomar por la naturaleza del desastre, sobre la conveniencia de estar más atentos a normas de higiene, a la obligación de hervir el agua para beber o cocinar, de informaciones sobre las distintas organizaciones que prestan sus servicios de asistencia y cooperación. Obscena cadena que sacrificaba los intereses de los afectados, o la necesidad de información de la ciudadanía, en beneficio del culto a la personalidad del funcionario público con mayor responsabilidad en la tragedia. Recordemos su propia y fraudulenta oferta: “pero al menos en un cincuenta por ciento, hemos calculado, debe estar solucionado el drama de la vivienda para las clases pobres y las clases medias venezolanas”.

Óscar Lucien
Twitter:@olucien

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